«Me dijeron que vendrían a las siete de la mañana pero, al pasarse de la hora, me empecé a alarmar». Con una sorprendente entereza, Augusto Apaza relataba a este periódico su tragedia personal pocas horas después de la muerte de su hijo pequeño Adrián, de 21 años, y mientras su otro vástago, Rodrigo, de 22, todavía se debatía entre la vida y la muerte. Los dos hermanos habían sido apuñalados de madrugada junto a la boca del metro de Elkano, en Barakaldo, al parecer tras resistirse a un atraco por parte de dos desconocidos.
Este chapista de profesión dejó su Bolivia natal en 2005 y, tras una prolongada estancia en Navarra, decidió trasladar su residencia a Barakaldo hace seis meses. Sus hijos siempre se habían mostrado «responsables», pero le gustaba saber dónde estaban en todo momento.
Por eso, nada más echarles en falta, empezó a llamarles al móvil. Daba señal, pero no cogían. Y la falta de respuesta acrecentó su preocupación. Aunque no se dejó llevar por el pánico hasta que salió con su mujer a comprar el periódico. «El quiosquero nos dijo que había habido una reyerta en la zona de copas con un muerto y un herido, ambos latinoamericanos». Ya eran demasiadas coincidencias. Decidieron salir de dudas llamando directamente a la Policía, que les dio la peor de las noticias. «Eran mis hijos».
La pareja quedó sumida en un desconcierto absoluto. El dolor de la pérdida de Adrián se mezclaba con la esperanza de que Rodrigo lograse salvar su vida. Y, en medio de todo, la confusión. La Ertzaintza no les confirmaba nada de lo ocurrido. «Tan sólo sabíamos que los autores podían ser dos, al parecer magrebíes, y que habían utilizado un cuchillo de grandes dimensiones». Al menos, de 30 centímetros de hoja.
Fuera de peligro
A media mañana, recibieron la única buena noticia del día. Rodrigo había sido operado y estaba fuera de peligro. «Van a tenerle 24 horas más en observación y presenta dos cortes en el abdomen», reveló con alivio el padre en el servicio de Urgencias del hospital de Cruces.
Poco después podían hablar con él y enterarse de lo sucedido. Según acertó a explicar el joven, los dos hermanos habían salido de la zona de copas en torno a las 5.40 horas y se encaminaban ya hacia casa cuando sufrieron la agresión. «Fueron asaltados por dos personas para robarles», sostiene Augusto. Su hijo menor se resistió y uno de los atracadores le asestó una puñalada en el pecho. Demasiado cerca del corazón. Letal.
Rodrigo se abalanzó sobre los dos individuos en un intento por salvar a su hermano. «Pero lo único que consiguió es que lo tiraran al suelo y le acuchillaran también a él», se lamentaba Augusto, con apenas un hilo de voz.
La versión de la familia coincide en esencia con la que maneja la Ertzaintza, aunque la unidad de investigación encargada del caso mantiene abiertas otras hipótesis sobre el origen del homicidio. «Al parecer, los incidentes podrían haberse iniciado con anterioridad en un bar de copas», confirmaron desde el Departamento de Interior del Gobierno vasco.
Lo que también parece claro es que los dos hermanos hicieron todo lo posible por repeler el ataque. «Según reveló el alcalde de Barakaldo, Tontxu Rodríguez, «todo indica» que ambos se quitaron los cinturones para defenderse del arma blanca esgrimida por sus atacantes.
Augusto se mantuvo todo el día pegado a su hijo Rodrigo. Su mujer, «deshecha», estaba en casa aguardando noticias. La novia de Adrián también era un mar de lágrimas. Y su tío. «Y todos los que le conocen», añadía el padre, que no lograba entender cómo pueden llegar a ocurrir estos «asesinatos». «Me han matado a mi Adrián cuando empezaba a vivir», repetía desconsolado. Sus hijos «no se merecían» ese destino. «Nunca conocimos que se vieran metidos en peleas».
Y en Barakaldo menos. Según aseguró Augusto, «era la primera vez desde que vinimos aquí, que salían de copas por la localidad». Su destino preferido era Bilbao, y más en concreto el entorno de San Mamés. «Allí hay unos cuantos bares latinos y ellos se sentían más cómodos en ese ambiente». El padre también descartaba que hubiese mediado el alcohol en lo sucedido. La razón de que variasen su rutina para quedarse en Barakaldo fue que salieron de casa a la una y media de la madrugada y «ya no eran horas de ir a Bilbao».
Petición de ayuda
Mientras trataban de asimilar lo sucedido, la familia sólo pedía ayer que «se haga justicia» con la muerte de Adrián y el apuñalamiento de Rodrigo. Y hacían un llamamiento público para que se llegue «hasta las últimas consecuencias» con la investigación y los posibles juicios posteriores a los presuntos autores.
Augusto Apaza también apelaba al apoyo de «alguna asociación o de quien pueda ayudarnos» para recibir asesoramiento jurídico ante el proceso legal al que tendrán que enfrentarse a partir de ahora. «Nosotros acabamos de llegar y no tenemos recursos para pagar abogados, por eso necesitaríamos que alguien nos defienda», lamentaba, entre sollozos, a punto de derrumbarse. «Estoy caminando en el aire, no logro entender cómo una persona puede ser capaz de hacer algo así».
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